Jesús, un éxito

 

Cuando llega el mes de diciembre se piensa en la Navidad. Algunos están preocupados con los regalos que darán o recibirán. Otros están preo­cupados con los negocios que harán. Algunos que piensan religiosamente se interesarán en las cantatas, en los dramitas, en las fiestas navideñas y en qué juguetes se les darán a los niños en las iglesias. Otros más colocarán es­cenas del pesebre en Belén, con la Virgen, José y el Niño, los pastores y hasta los Reyes Magos. Ahora bien, todo esto es tradicional y nos recuerda la encarnación de Dios en Jesucristo en una u otra manera.

Sin embargo, se hace necesario pensar seriamente en el verdadero sig­nificado de la Navidad. El nacimiento de Jesús tenía un propósito que si­glos antes había sido declarado por el profeta Isaías (Isaías 53:5, 6): "... él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. . . To­dos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su ca­mino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. ¡Jesús nació en Belén para llevar nuestros pecados!

Antes de nacer Jesús, el ángel del Señor le dijo a José acerca de María: "Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados." (Mateo 1:21). Cuando nació Jesús en Belén de Judea, un ángel le dijo a los pastores: "os ha nacido hoy, en la ciudad de Da­vid, un Salvador, que es CRISTO el Señor" (Lucas 2:11).

Así que el nacimiento del Señor Jesucristo tenía un propósito espiri­tual, de amor y misericordia, de salvación y vida eterna. "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (Juan 3:17). Pablo le escribe a Timoteo y le dice: "... Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores..." (1 Timoteo 1:15).

Cuando miramos el nacimiento de Jesucristo desde el punto de vista humano podríamos pensar en fracaso: no había un lugar decente donde naciera el niño; no había doctores uniformados de blanco y con todos los equipos de la medicina moderna, no había amigos y familiares que estu­vieran acompañando a la madre y al niño, no había cuna ni juguetes. Y a pesar de todo esto, el nacimiento de Jesucristo fue un éxito porque fue el cumplimiento de muchas profecías, fue el comienzo en la historia humana del plan de salvación que Dios había preparado desde antes de la funda­ción del mundo.

Hay una persona que le gusta la fotografía. El dice: "Yo nací para ser fotógrafo." Trabajó en la fotografía por más de 40 años. Esta per­sona no es millonaria. Es de clase media. Para algunos él no es una persona de gran importancia en la sociedad. Sin embargo, él es un éxito porque te­nía un propósito en su vida y lo ha cumplido.

Jesucristo para algunos es un niño sencillamente. Para otros su naci­miento es una historia bonita que vale la pena recordar en diciembre de cada año. Para el que lee la Biblia Jesucristo es un éxito total porque vino con el propósito de darnos el perdón de los pecados y la salvación, y eso precisamente fue lo que hizo.

Su nacimiento, que es lo que celebramos en Navidad, es la entrada de Dios en la historia humana. Su nacimiento es "Dios con nosotros" (Mateo 1:23). Es decir, Dios haciéndose como uno de nosotros, como hombre, para podernos salvar. Sólo en Cristo que es el mediador entre Dios y los hombres podemos tener salvación, ya que Jesucristo es Dios y hombre al mismo tiempo (1 Timoteo 2:15).

De igual manera, podemos llegar a ser un éxito si cumplimos el propósito que Dios tiene para nosotros. Seguro que el Señor Jesucristo hizo lo que debía hacer. ¿Y nosotros? Dios desea que le sirvamos, que seamos obedientes a su Palabra, que hagamos su voluntad en nuestras vidas. Cuando cumplamos el propósito que Dios tiene para nosotros, llegaremos a tener éxito en la vida. ¡Seremos triunfadores!

El nacimiento de Jesucristo fue el comienzo. Su vida, sus milagros, su predicación, sus enseñanzas y su obra total le llevaron a la muerte en la cruz; se levantó del sepulcro y resucitó. Al fin Jesucristo, antes de subir a los cielos declara que todo ha sido un éxito, porque "toda autoridad (po­der) me ha sido dada en el cielo y en la tierra" (Mateo 28:18). Pablo escri­be a los filipenses y dice: "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y de­bajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es SEÑOR, para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2:9-11).

Jesús fue un éxito porque con su nacimiento comenzó a cumplir lo que se había propuesto y llegó a ser exaltado (puesto en alto), sobre todo y sobre todos. ¡Él triunfó! ¡Él ha llegado a tener todo poder! ¡No hay mayor éxito que el de Jesucristo!

Alguno, sin embargo, dirá que Jesucristo nunca llegó a tener riquezas materiales. No fue tampoco un hombre que tuviera algún título de la uni­versidad, como doctor, o veterinario, o agrónomo, o economista, o cual­quier título profesional. Tampoco el Señor Jesucristo tuvo una casa propia y seguramente tenía poca ropa porque siempre andaba viajando y no se sabe que llevara maletas. A veces tenía hambre y no tenía pan. A veces te­nía sed y no tenía un simple cántaro para sacar agua de un pozo. A veces no tenía tiempo ni para descansar. En ocasiones la gente le buscaba por puro egoísmo ya que querían que les sanara o les diera de comer. Le bus­caban también para acusarle de muchos males. Sus enemigos trataban de encontrarle faltas, y con mentiras y con engaños, las autoridades le lleva­ron hasta la muerte. Así que podría parecer un fracaso.

Pero no hay rey en la tierra, ni general en un ejército, ni poder militar, ni barcos, ni tanques, ni bombas nucleares y atómicas, ni nada en este mundo que haya transformado tanto la historia humana como la vida de este hombre llamado Jesús, nacido en un pesebre, muerto en una cruz, re­sucitado al tercer día, exaltado a los cielos! ¡Jesucristo es el éxito más gran­de de la historia humana!

El poder del Espíritu Santo

"Y recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo" Hechos 1:8.

Hablar del poder del Espíritu Santo es igual que hablar del poder de Dios. Es el mismo poder.

Es el poder que dio vida a todo lo creado: "Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas" Génesis 1:2.

Jesús inició su ministerio obrando milagros y lo hizo en el poder del Espíritu: "Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama. . ." Lucas 4:14.

Fue ese mismo poder el que resucitó al Señor: "Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" Romanos 8:11.

— ¡Oh! —estarás exclamando—,   ¡qué poder maravilloso! ¡Y Jesús dijo que lo recibiríamos nosotros! Sí, eso es exactamente lo que dijo.

— ¿Pero para qué queremos tanto poder? —te preguntarás—. Es demasiado privilegio para una chiquilla como yo, que el Espíritu Santo venga a morar en mi propio corazón.

Si ya entregaste tu corazón a Jesús ya te fue dado ese poder. ¿Sabes cuándo? El día que aceptaste al Señor Jesús como tu Salvador personal. Lee en tu Biblia Efesios 1:13, 14 y piensa un poco en lo que allí dice.

 

CÓMO SE MANIFIESTA EN NOSOTROS EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

1. Es un poder que permite vivir una vida victoriosa.

 Sabemos que nuestra naturaleza es dada a pecar. Cuando sentimos tentación, el Espíritu de Dios nos reprende, nos hace oír su voz. Si le prestamos atención y recurrimos a Dios en ora­ción, él alejará la tentación y nos dará claro entendimiento de lo bueno y lo malo. Nos dará poder para vencer. Si no le hace­mos caso y caemos en pecado, el Espíritu Santo nos hace ver ese pecado en una forma que nos impulsa a arrepentimos y pedir perdón, restaurando así nuestra comunión con Dios.

En todo momento anhelaremos llevar una vida santa y el Espíritu Santo nos ayudará a lograr nuestro anhelo. Es un pro­ceso con sus altibajos de victorias y fracasos, pero con un cons­tante ascender victorioso.

2. Es un poder que hace la obra del Señor.

 El Espíritu de Cristo es quien toca los corazones de los que no creen para que se den cuenta de su condición de perdi­dos delante de Dios. Jesús dijo: "Cuando él venga, conven­cerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8). Quiere decir que los convence de lo condenable de sus peca­dos, les da entendimiento de lo que es la justicia verdadera, y les avisa del juicio inminente de Dios que vendrá sobre los que no se arrepienten.

El Espíritu de Dios les muestra la obra redentora de Cristo en la cruz e invita a los arrepentidos a aceptarle. Hace en nosotros toda esa obra, para que seamos salvos de nuestros pecados.

Si aún no le hemos aceptado, escuchemos su personal invitación: "El Espíritu dice: Ven... y el que tiene sed, ven­ga: y el que quiera tome del agua de vida gratuitamente" (Apocalipsis 22:17).

Está haciendo esta tarea en cada corazón: en nuestra patria, en el niño y en el joven y en el anciano. Por esa obra todos tienen oportunidad de ser salvos.

 

3. Es un poder que se vale de nosotros para hacer su obra.

Tú, yo, cada creyente, es un agente del Espíritu de gracia para dar a conocer la Biblia, el plan de salvación, al pecador. Por eso es tan importante conocerle a él, depender de él, hacer lo que él indica. Cuando hablemos del evangelio a una per­sona, o extendamos una invitación u ofrezcamos un folleto, hagámoslo consciente de la presencia y poder del Espíritu obrando en el corazón de quien deseamos reciba nuestro testi­monio.

La persona que actúa con ese poder posee una sabiduría irresistible. Esteban, el primer mártir cristiano, habló lleno del Espíritu Santo y la Biblia dice que sus enemigos no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que les hablaba. (Lee Hechos 6:10). Pablo, el apóstol, dice que él mismo hablaba "no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu" (1 Corintios 2:13).

Todo el libro de los Hechos es un exponente de ese poder. Toda la obra de la iglesia a través de los tiempos nos habla de ese poder.

Si tienes en la escuela un profesor o un compañero que duda de la existencia de Dios o pone en tela de juicio las enseñanzas de la Biblia, no vaciles en dar testimonio de tu fe. Confía en el Espíritu Santo. Te ayudará a testificar. Su sabi­duría es superior a la de los hombres más sabios. ¿Has tenido alguna experiencia ya, que demuestra que el Espíritu ayuda a testificar?

 

¿POR QUE NO SOMOS MAS PODEROSOS?

Dijimos que el Espíritu Santo es una persona, ¿lo recuerdas? Cuando el orgullo ocupa el lugar de la humildad, cuando otros pecados que consideramos "leves" como el descuido en la comunión con Dios, la indiferencia por las almas perdidas, la falta de amor a los hermanos, o la irreverencia en el templo, ocupan algún lugar de nuestro corazón, el Espíritu Santo ya ha sido limitado en su influencia y poder. Se pone triste. No actúa.

 

Sabiendo esto, si de corazón deseas servir al Señor, procura no hacer las cosas malas. Por el contrario, procura mantener tu ser tan limpio como el vaso del cual bebes agua. Él te llenará por completo y hará una obra hermosa a través de ti.

El Fruto del Espíritu Santo

 

En la actualidad no hay muchas personas que les gusten las plantas, las flores y especialmente los árboles frutales. Y es que dan mucho trabajo tiran mucha hoja, no tengo tiempo para atenderlas dicen algunas personas, pero cuando encontramos lugares donde cultivan árboles frutales como naran­jos, pomelos, mandarinas, perales, durazneros, higueras, guayabas, mangos, bananeros y mangos, ¡cómo disfrutamos de sus frutos a medida que maduran! ¡Qué saludable es la fruta! ¡Cuántas vitaminas indispensables para la vida contienen! Debiéramos plantar cada año árboles frutales en los lugares donde haya un poco de terreno, ¿verdad?

No debemos olvidar que también hay árboles que dan frutos que por sus sustancias tóxicas, son perjudiciales para la vida humana. Debemos cuidarnos de ellos.

 

JESÚS Y LA CALIDAD DE LOS FRUTOS

El Señor Jesús comparó los seres humanos con los árboles cuando dijo: "No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto" (Lucas 6:43, 44a).

Aun se comparó a sí mismo con una vid y al creyente como una rama de la vid y nos exhortó a permanecer tomados de él si queremos tener vida y dar fruto. Prometió incluso la poda y limpieza del Padre celestial, para que demos más fruto. Asegura que nos ha puesto para que llevemos frutos que per­manecen. (Juan 15).

Es claro que así como el niño pequeño debe cruzar la calle tomado de la mano de su padre, así, si deseas transitar por la vida con seguridad y dando excelentes frutos, debes hacerlo tomada de la mano del bendito Salvador. Darás "el fruto de labios que confiesan su nombre".

 

 

EL FRUTO DEL ESPÍRITU

Hay un fruto que parece ser muy especial. Es producido por el Espíritu Santo en el creyente. Más bien diríamos que es un racimo de gusto variado. Se llama "el fruto del Espíritu". Se cita en Gálatas 5:22, 23. Búscalo. Hagamos una breve reseña.

En primer lugar está el

AMOR: Es la esencia misma de Dios. Él es amor. Ese amor ha sido derramado por el Espíritu en nuestros corazones. Figura en primer lugar, porque si él existe, las demás manifestaciones del fruto del Espíritu existirán también. ¿Tienes amor en tu corazón? ¿Sientes amor a Dios? ¿A las personas? Que tu corazón joven esté lleno de amor debe ser tu gran aspiración.

GOZO: Es estar contento o tener contentamiento con todo lo que Dios nos da. ¿Eres así? ¿Te consideras rica en Dios y por lo tanto eres feliz?

PAZ: Paz con Dios y en Dios. Es igual a descanso, tranquili­dad. También es vivir en paz con los demás.

PACIENCIA: Es aguantar, tolerar, soportar. Es tener un gesto amable en circunstancias desfavorables. ¿Tienes paciencia o te enojas fácilmente?

BENIGNIDAD: ¿Es quizás mostrar siempre un rostro con­tento, bueno, de facciones suaves y agradables? ¿Unos ojos que expresan bondad? ¿Qué te parece un rostro así?

BONDAD: Es el amor en acción. Disponerse a hacer el bien. Y punto.

FE: Fe en Dios. Fe en los demás. Confianza. Saber esperar.

MANSEDUMBRE: Es ganar perdiendo. No se defiende. No busca "derechos". Acepta.

 

LA INFLUENCIA DEL FRUTO DEL ESPÍRITU SOBRE LOS QUE NOS RODEAN

Dice el Diccionario que influir significa ejercer as­cendiente, predominio o fuerza moral sobre alguien. La influencia de una persona sobre otra puede ser buena o per­niciosa. Estoy convencida que tú quieres tener una personali­dad que influye para bien. Seguramente muchas personas influyeron así en ti. En este momento, al escribir, estoy procurando que el Espíritu Santo me inspire para ser de influencia en tu vida.

Si el fruto del Espíritu en sus diferentes expresiones se muestra en nosotros, nuestra influencia no tiene límites. Nos abre las puertas para dar a conocer la Persona del Señor Jesús. Al vernos, la gente le verá a él, querrán saber más de él. Sere­mos vehículos de su gracia. Aun sin proponértelo, descubrirás que hay quienes desean imitarte. Te sentirás feliz.

Pero, a esta altura tal vez te sientas desanimada. ¿Tu carácter es poco atractivo? ¿Eres impaciente? ¿Reaccionas mal? ¿El orgullo, los celos y la envidia afloran con facilidad? ¿O eres dada a "agrandarte"?, ¿o quizás tienes el hábito de disminuir a los demás? ¿Eres negativa? ¿O eres egoísta? ¿Hechas a perder tus buenas acciones con otras que no lo son?

Tienes que saber que todo esto es común en la vieja naturaleza que todos traemos desde que nacemos. Es lo nor­mal en esa naturaleza. Pero recuerda que precisamente el Espíritu Santo vino a tu corazón para manifestar esa nueva naturaleza, la de él, de cuyo fruto hemos hablado ya.

Acerca de esto dice Romanos 6:12, 13 VP. "no dejen uste­des que el pecado siga teniendo poder sobre su cuerpo mortal, obligándoles a obedecer los deseos del cuerpo. Al contrario, entréguense a Dios como personas que han muerto y han vuelto a vivir... el pecado ya no tendrá poder sobre ustedes."

¿Ves? Puede haber victoria. Es cuestión de atender a la Palabra y creer que el Espíritu Santo está dispuesto a ayudar­nos a vencer. Por sobre todo, que en nosotros esté el deseo de una victoria sobre el pecado. Se nos dice: "Sed llenos del Espíritu", y es una orden. Para ser llenos de una cosa, tenemos que vaciarnos de otra. Si queremos la plenitud o "llenura" del Espíritu, tenemos que vaciarnos del pecado.

Nosotros no podemos, pero el mismo Señor se encargará de hacerlo, si ve en nosotros el deseo y la fe.

En la medida en que el Señor sea victorioso en ti, así se manifestarán los frutos del Espíritu en tu vida y ello redun­dará en un testimonio poderoso a los que te rodean. Y una perenne alegría aflorará en tu espíritu.

Dios te hizo para amar

 

Dios ha hecho todas las cosas por amor. La luz, el sol, la luna, las estrellas, las plantas, los animales, las aves y al hombre. Su amor ha creado este hermoso mundo que habitamos.

Veamos  una gran verdad que tú puedes memorizar es "Dios hizo todo por amor". Pero hay otra verdad muy importante que también puedes aprender y memorizar y es que "Dios te hizo para amar."

En el Evangelio de Mateo capítulo 22 versículos 35-40, está la base para afirmar esa verdad.

Lee los versículos poniendo mucha atención. Puedes subrayar con lápiz lo que más te llame la atención, o que consideres que es muy importante. ¿Quién le hizo la pregunta a Jesús?

R.- ______________________________________________________

 

¿Por qué razón hizo la pregunta?

R.- ____________________________________________________

 

¿Cuál fue la pregunta?

R.- ____________________________________________________

    _____________________________________________________

 

En el siguiente espacio, escribe la respuesta de Jesús:

R.- ____________________________________________________

    _____________________________________________________

    _____________________________________________________

 

Entonces, ¿cuál es el primer mandamiento y el más importante?:

R.- ____________________________________________________

    _____________________________________________________

 

¿Y el segundo mandamiento, muy parecido al otro?:

R.- ____________________________________________________

 

¿Para qué sirven de base estos dos mandamientos?

R.- ____________________________________________________

    _____________________________________________________

 

En esos versículos dice que fuimos hechos para amar. En primer lugar ¿a quién debemos amar?:

R.- ___________________________________________________

 

Y como amamos a Dios, debemos también amar a nuestro:

R.- ___________________________________________________

 

Para ti, ¿quién es tu prójimo?

R.- ___________________________________________________

 

Es importante reconocer esta verdad, pero es más importante ponerla en práctica. Es fácil decir "te amo", pero difícil mostrarlo con hechos. Algunos creen en Dios y hasta le dicen "mi Dios", pero sus vidas no demuestran que le aman o lo respetan.

Otros dicen que aman a Dios, pero odian a su prójimo, o dicen amar a su prójimo, pero no quieren saber nada de Dios. Jesús nos enseña que hemos sido creados con la capacidad de amar a Dios y también a los semejantes, y no podemos pretender amar a uno y odiar al otro.

Tú debes ser ejemplo de ese amor, enseñarlo con tus actuaciones en cualquier lugar. Nuestro mundo necesita amor para vencer las grandes diferencias entre naciones e individuos, y tú y todos los cristianos necesitamos compartir ese amor, es nuestro deber delante del Señor. Nuestro campo de acción es el lugar en donde nos desenvolvemos diariamente; tú en la escuela, el barrio, la casa, en la iglesia, los lugares en donde te diviertes, allí debes ser una persona que lleva amor.

Ahora, escribe de memoria las dos grandes verdades que hemos mencionado en este estudio.

1._____________________________________________________

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2.- ____________________________________________________

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