SE COMPROMETIERON

DEBAJO DE UN ÁRBOL AFRICANO

 

David Livingstone no quería casarse. Cuando presentó a la Junta de Misiones su solicitud para ser misionero dijo: No tengo ningún compromiso para casarme; nunca he hecho proposiciones de matrimonio. Prefiero partir soltero, para que pueda, como el gran apóstol Pablo, estar libre de los cuidados de familia y consagrarme enteramente al trabajo.

David quería ir a la China pero por la Guerra del Opio no fue posible. Un poco más tarde conoció al doctor Roberto Moffat, un misionero en el África. El dijo: He visto en el África a la salida del sol el humo de miles de aldeas donde jamás se había predicado la Palabra de Dios.

Así que David decidió ir al África. Fue ordenado como misionero y llegó al África en marzo de 1841. Para llegar a Kurumán, donde había otros misioneros, tuvo que viajar 848 kilómetros en carreta tirada por bueyes. Después de seis meses de viajar llegó a su destino.

Pero no se quedó en Kurumán con los demás misioneros. Salió en búsqueda de un lugar para predicar donde la gente no hubiera conocido el evangelio. Fue a Lepelole donde los salvajes habían envenenado a tres comerciantes blancos. Cuando vieron a David les remordió mucho la conciencia y tuvieron miedo, el cual no se les quitó hasta que David hubo comido alimento preparado por ellos y hubo dormido entre ellos sin mostrar un rasgo de temor. El cacique Bubi le dio una cordial bienvenida. Allí se quedó.

David quería hacerse experto en la lengua y las costumbres de esta tribu, y tuvo mucho éxito.

Cuando murió Bubi, su sucesor Sechele no le trató con tanta confianza. Pero sucedió que se enfermó su hijo. David era médico y así pudo curarlo. De allí en adelante fueron buenos amigos. Más tarde Sechele aceptó a Cristo. Fue uno de los primeros africanos que David bautizó.

Sucedió que por algún tiempo, unos leones estaban matando a los rebaños y atacando a los cuidadores. David no era cazador de leones, pero salía con su gente para darles ánimo en la búsqueda de estos animales.

Una vez salió con ellos y vieron un león enorme sentado robre un lugar elevado. David le disparó pero esto sólo enojó mucho al  animal y se tiró sobre David cogiéndole del hombro. El animal lo sacudió como un gato sacude a un ratoncito. El león ya tenia una pata sobre la cabeza de David cuando el ayudante disparó pero no le hirió. El león se tiró sobre el ayudante y lo mordió. Otro nativo que disparó fue herido también. Al fin otro tiró una lanza matándolo.

A pesar de que su ayudante ayudó a David a componer el hueso quebrado él nunca más pudo usar aquel brazo del todo.

 La familia del doctor Moffat, que había ido a su patria, volvió al África y David viajó 220 kilómetros para verles. Al llegar el doctor Moffat le presentó a David su hija, María. De inmediato llegaron a ser buenos amigos y después de algunos días David cambió su idea. ¡Ya no quería quedarse soltero!

Más tarde, David dijo: Después de casi cuatro años de vida africana, como soltero, reuní todo mi coraje para pedirle su mano debajo de uno de los árboles frutales en Kurumón.

Así que María y David se casaron en el África en 1844. Era una pareja ideal ya que ella se había criado en África y estaba acostumbrada a todo. Ella pudo, aun en una carreta, crear un hogar cómodo y, como su esposo, no hacía caso de las muchas dificultades.

Más tarde dejaron su hogar para ir más al norte para predicar el evangelio en un lugar llamado Chonuane, donde ningún misionero había estado. Allí nació su primer hijo, Roberto.

En 1852, la esposa tuvo que llevar los hijos a Inglaterra para educarlos. David amaba mucho a su familia pero se separó de ellos

Una vez escribió a su esposa: Tú has sido una gran bendición para mí. No he encontrado ningún rostro que pueda compararse con el tuyo quemado por el sol y que tantas veces me esperó iluminado por una sonrisa. Mi bien amada, cuando me case contigo te amaba, pero a medida que han transcurrido los años viviendo juntos he aprendido a amarte más. Hagamos nuestro deber con Cristo y él nos llevará por el mundo con honor y nos usará para su servicio.

David andaba por todas partes del África, predicando donde­quiera que podía conseguir un grupo que le escuchara. Hacía viajes " muy largos al interior del continente.  Entró en lugares donde el hombre blanco nunca había penetrado. Sufría continuamente.' de mala salud y muchas veces le faltaba alimento y ropa.  Pasaba meses y aun años sin recibir noticias de su familia y de su patria.

En un viaje descubrió las cataratas de Victoria. Las llamó así en honor de su Reina. Después de diez años regresó a Inglaterra donde encontró que era un famoso personaje nacional. Había prestado un gran servicio con sus exploraciones y había abierto el África al evangelio. Escribió un libro allí acerca de sus aventuras.

Volvió al África y su esposa lo acompañó, pero la fiebre palúdica la atacó. María murió tres meses después de su llegada. David, por primera vez, estaba muy desanimado, pero sabía que su trabajo no había terminado.

Partió para explorar las vertientes de los ríos Nilo, Congo y Zambezi. Se enfermó y casi murió porque le robaron su caja de medicinas.

Durante tres años no se supo nada de David. Entonces el jefe del New York Herald, un periódico norteamericano, envió a H. M. Stanley, uno de sus corresponsales al África a buscarle. Su venida seguramente salvó la vida de David porque le dio medicinas y provisiones. Se quedó cuatro meses con David. Al salir, Stanley le rogó que volviera a su patria con él. Pero David deseaba continuar con su propósito de predicar el evangelio en todas partes del África.

Se enfermó otra vez. Los africanos se dieron cuenta de que no duraría por mucho tiempo. Hicieron una choza y lo colocaron allí. Dos días después le encontraron arrodillado al lado de su cama, muerto.

Sus amigos africanos le sacaron el corazón. Lo enterraron allí en su tierra adoptiva y enviaron su cuerpo a Inglaterra.

David Livingstone es reconocido como un gran explorador porque sus viajes que atravesaron el África son los acontecimientos más grandes en los registros geográficos. Pero lo más importante es que es reconocido como un gran misionero que ha hecho más que cualquier otro para predicar el evangelio en el África. El, literalmen­te, dio su vida por la salvación del africano.