UNA LUNA DE MIEL EN ALTA MAR
¡Henrietta estaba enamorada! Tenía solamente diecisiete años. Era muy pequeña. Pero desde el día en que conoció al joven Luis Shuck no podía hacer nada más que soñar con él.
Henrietta Hall nació en el estado de Virginia en los Estados Unidos. Su familia vivía en el campo en una casa grande al lado de un río.
Uno de los pastores que a Henrietta le gustaba mucho era el hermano Jeter. Un día él vino a la casa para hacer una visita a la familia Hall. Todos se fueron a pescar. Aunque tenía solamente ocho años Henrietta sacó del río el pez más grande. Luego regresaron a la casa para comer.
Después de la comida, el hermano Jeter tomó a Henrietta en sus brazos y le preguntó si amaba al Señor. Explicó a la pequeña niña cómo Cristo ama a los niños y quiere que ellos vengan a él. Ella nunca se olvidó de esta conversación con el pastor acerca de Jesucristo.
Henrietta pasó los años de su niñez muy feliz. A ella le gustaba mucho el campo y la naturaleza. Alrededor de la casa había bosques llenos de árboles y flores.
Henrietta era una niña muy gozosa, pero también era muy seria y le gustaba sentarse al lado del río para leer y pensar.
Cuando tenía trece años se fue a un colegio para señoritas. Un día la profesora escribió en el pizarrón esta pregunta: "¿Dónde estaré después de cien años?" Las alumnas tenían que contestarla en privado.
Henrietta estaba muy impresionada por la pregunta. Pensaba que después de cien años le gustaría estar en el cielo con Jesús. Nunca había aceptado a Cristo como su Salvador personal. Empezó a pensar en eso y en el mismo año, durante los días de vacaciones, hizo su profesión de fe y fue bautizada por el pastor Jeter.
Inmediatamente después de su conversión empezó a pensar en ser misionera. La historia de Ana de Judson le influyó en tomar la decisión de que Dios le estaba llamando para ser misionera.
Cuando Henrietta conoció a, Luis Shuck, él estaba en su último año de estudios en el seminario. El ya "había sido nombrado por la Junta de Misiones para ser misionero en la China.
Luis había conocido a Lutero Rice quien estaba viajando por las iglesias bautistas dando mensajes misioneros y recogiendo ofrendas para las misiones. Cuando el hermano Rice recogió una ofrenda en la iglesia de Luis, el joven no tenía para ofrendar. En cambio Luis escribió en un papelito: "Mi vida doy, J. Luis Shuck." Y lo puso en el plato de la ofrenda. Entonces así dedicó su vida a la obra misionera.
. Entonces, cuando Luís conoció a Henrietta, él sabía que era la esposa que el Señor había preparado para él porque ella también quería ser misionera. No perdió mucho tiempo pidiendo la mano de Henrietta.
Pero la decisión no fue tan fácil. Ninguna mujer había ido a la China como misionera. Henrietta era muy pequeña. Pesaba solamente cien libras y tenía solamente diecisiete años.
El papá no quería darle permiso para casarse con Luís e ir a la China; El sabía que su vida en la China iba a ser muy difícil.
Pero el Señor le estaba llamando y Henrietta tuvo que hacer la voluntad de él.
Se casaron el 8 de septiembre de 1835. Dos días después fueron comisionados como misioneros. Dos semanas después de la boda, los enamorados empezaron su largo viaje por barco a la China. Entonces, ¡pasaron su luna de miel en el barco en alta mar!
Henrietta extrañaba mucho a su familia, Ella amaba a su familia y su hogar. Pero en una carta a su padre, ella declaró claramente un fuerte amor por el llamado de Dios. Fue ese amor el que; la sostuvo a través del largo viaje de un año. El barco paró en varios puertos Uno de ellos fue Singapur, donde ellos comenzaron a estudiar el idioma chino y donde su primer hijo nació. Partiendo tres semanas después de su nacimiento y navegando tres semanas más, llegaron a la China.
Las mujeres americanas no eran bienvenidas en la China, pero la determinación de Henrietta de servir en la China la hizo que estuviera dispuesta a entrar de contrabando. Hemietta amó a las personas de China: a los chinos y los extranjeros, principalmente a los portugueses. Más larde su amor y hospitalidad incluyó a los nuevos misioneros
Casi inmediatamente comenzó a recibir a niños sin hogar, amándolos, alimentándolos, vistiéndolos y entrenándolos. Abrió una escuela y muchas familias trajeron a sus hijos varones para estudiar. No había muchas niñas alumnas.
Había una pequeña niña china que llegó a ser parte de la familia Shuck. Ella recibió un lugar especial en el corazón de Henrietta. Su mamá la había vendido; ella había sido pasada de dueño en dueño hasta que estuvo cerca de la muerte. El hermano Sluick finalmente la compró por diez dólares para salvarle la vida. Henrietla llamó a la niña Juana María. Escribió una carta a su padre diciendo: "Oh. Si ella llegara a ser salva, valdrían la pena todos mis esfuerzos y sacrificios. ¿Llegaré yo, indigna como soy, al cielo y me encontraré con algunas de estas personas, quienes si no fuera por mí estarían hundidas en eterna condenación?. Esto es demasiado, no puedo ni pensarlo."
Una carta recibida más tarde hablaba de su alegría porque ella sintió que sus oraciones por Juana María habían sido contestadas. Habló también de sus otras seis niñas (ella quería veinte) en su escuela de treinta .y dos alumnos.
La salud de Henrietta comenzó a decaer. Escribió que se estaba sintiendo cansada y con escalofríos. Mejoró por un tiempo, pero parecía que no sería capaz de recuperar su fortaleza física. Inmediatamente después del nacimiento de su quinto hijo, Henrietla Hall de Shuck, primera mujer americana misionera en la China, murió. Tenía solamente veintisiete años y había servido solamente ocho años Pero cumplió la voluntad del Señor en su vida y había ayudado a abrir la puerta de la China al conocimiento del amor de Dios. Una de las misioneras en la China llama a Henrietta Hall Shuck una estrella reluciente que continúa brillando y dice: Así debemos brillar, que el amor de Dios sea la llama, para que la humanidad pueda ver y glorificar su nombre.