ESTHER FERNÁNDEZ H.

SEMBLANZA

 

 

Nací un 24 de mayo de 1924 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, quedando huérfana a la edad de dos años, ya que mis padres murieron en un accidente. Abuelos y demás familiares maternos cuidaron de mí, y por ellos, en mi niñez escuché el evangelio. Consideré mis prime­ros años y mi adolescencia muy trágicos. Por ese sentir tan profundo desarrollé un carácter rebelde y los años de mi primera juventud fueron los que experimentara el hijo pródigo del Nuevo Testamento. Un domingo -de los pocos que asistíamos al templo- la Primera Iglesia Bau­tista de Guadalajara, sentí el deseo de ser bautizada, aunque confieso que sin entender nada de lo relacionado con este acto. Recibí el bautismo sin preparación pre­via. Mi vida continuó tormentosa y rebelde, tal pare­cía que a nadie le importaba mi vida, tan necesitada de los más valioso. Ahora veo las cosas de manera di­ferente y a nadie culpo por lo acontecido. Lo maravilloso de todo fue que Dios nunca me abandonó, y puedo decir con David: "Detrás y delante me rodeaste, y so­bre mí pusiste tu mano." [Salmo 139:5].

Se inicia un nuevo capítulo en mi vida: Por medio de un familiar emigré a los Estados Unidos de América. Pronto aseguré un buen empleo, muy bien remunerado y con magnífico futuro desde el punto de vista económi­co. Sin embargo, el vacío en mi interior seguía siendo una dolorosa realidad y buscaba refugio en lo superfluo y mundano. Una mañana el amor infinito de Dios se mani­festó cuando al prender el radio para escuchar la hora, escuché un hermoso himno que reconocí inmediatamente y en seguida una meditación que parecía estar preparada exclusivamente para mí. Al terminar, el pastor hizo una invitación para asistir a los cultos. Tomé la dirección y al siguiente domingo ya estaba yo al frente esperando que se iniciara el servicio. Fui muy bien recibida: ¡Qué milagro! Esa congregación era la única que ministraba en español en esa ciudad. Esto fue para mí el inicio de un verdadero encuentro con el Señor. Yo no le buscaba; pero Él me buscó. La relación que se estableció entre mi verdadera familia en Cristo y yo fue muy significativa. Sin embargo, yo seguía con una inquietud muy dentro de mí, pues aunque estaba yo activa en la pequeña iglesia, no me sentía completamen­te satisfecha. Mucho se me había perdonado y yo sabía que debía dar más. Me puse en oración y la respuesta no, se hizo esperar: debía dejar el trabajo secular y adquirir la preparación necesaria para ingresar a un seminario.

Las pruebas no se hicieron esperar. Estaba tan con­vencida de mi llamamiento que presenté mi renuncia al trabajo. La primera tentación puesta por el enemigo se presentó inmediatamente. La dueña del negocio me ofre­ció un aumento considerable en mi sueldo. Esta tenta­ción no me dejó dormir las siguientes noches. ¡Cuántas cosas podría comprar con el aumento! Pero el Señor ob­tuvo la victoria. Las oraciones de mis padres espiri­tuales que compartían conmigo el anhelo de servir a mi Señor, fueron contestadas. Ya no hubo nada que obs­truyera mi rendición.

Ya sobre la preparación. El Señor obró en forma maravillosa para asegurar los gastos de mis estudios. Se me concedieron algunas becas. La primera institución a la que asistí está en el estado de Tennessí, y al ter­minar continué mis estudios en la Universidad de Misisipí; pero mis estudios allí fueron interrumpidos por­que caí gravemente enferma y tuve que ser hospitaliza­da durante ocho meses. La prueba fue muy dura, cuestio­né muchas cosas en relación con la voluntad de Dios; pe­ro el Señor me demostró que "todas las cosas obran para bien de los que le aman y guardan Sus mandamientos." [Rom. 8:28]. Fueron muy hermosas las experiencias que tuve durante mi enfermedad prolongada. Cuando salí del sanatorio Él ya tenía otras becas a fin de que yo con­tinuara mis estudios y al terminar obtuve el título de Educación en una área especializada y con énfasis se­cundario en psicología. Ingresé luego al Seminario Te­ológico Bautista en Louisville, Kentucky y allí recibí el título en Educación Cristiana y Servicio Social.

A la tarea de tiempo completo por fin. Aunque duran­te mis años de estudios durante los veranos trabajé en la obra estudiantil bautista en varios estados, había llegado el tiempo de entrar de lleno y de tiempo com­pleto en la obra de Dios. He colaborado en las siguien­tes instituciones: en la Casa Bautista de Publicaciones de El Paso, Texas; como maestra en la ciudad de Mable-ton, Georgia; Coordinadora de la obra bautista con emigrantes y braceros mexicanos en el estado de Virginia. Muchas y variadas fueron las experiencias en estos cam­pos, y aunque no puedo relatarlas todas por falta de espacio, puedo asegurar que en cada una de ellas el Se­ñor me mostraba nuevas cosas útiles para mi desarrollo espiritual.

El Señor vuelve a hablar en cuanto a una nueva deci­sión. Muy contenta estaba en mi trabajo y con mis con­siervos, rodeada de una familia en Cristo a la que amo entrañablemente; sin embargo, no me olvidaba de la con­dición de idolatría y paganismo en mi propia patria. A menudo recordaba la promesa que había hecho años atrás de servir en donde Él me llamara. Este sentimiento fue cobrando más fuerza hasta que fue necesario tomar una nueva decisión: la de regresar a mi tierra y servirle dentro del marco de Su voluntad, consciente de que mi participación sería insignificante, dada la magnitud de la obra. Recordé las palabras del Señor Jesús cuan­do dijo que si un vaso de agua damos en Su nombre, Él trae bendición. No cabe duda que siempre hay luchas y retos en la vida cristiana, las cuales hay que vencer; pero en Cristo "somos más que vencedores." Satanás no duerme, y ni tardo ni perezoso me decía: "Esther, ¿será posible que dejes tan buenas presentaciones que cubren un plan de jubilación...... tus ahorros van a durarte muy poco. El ambiente a donde vas no es como el de aquí, es un ambiente hostil. Aquí estás muy bien, pues tienes seguro contra enfermedad, y, la jubilación, ¿quién te la va a pagar allá? ¿De qué vas a vivir cuando seas vieja?" Y Satanás se gozaba en perseguirme con estos pensamientos. Por otra parte estaba la súplica de una tía, hermana menor de mi madre que no quería que yo volviera a México. Le habían diagnosticado cáncer y quería tenerme cerca. Me preguntaba yo misma si estaba entendiendo correctamente la las palabras del Señor Jesús: "El que no deja padre y madre no es digno de ser mi discípulo." Mi tía ya está en la mansión donde no hay llanto ni dolor, ni separación.......

Pero el Señor triunfó nuevamente y aquí estoy cumpliendo Su voluntad. La tarea no ha sido fácil, ni ha sido una senda de rosas. Ha habido luchas y conflictos y lá­grimas; pero Él continúa fiel, y como David, yo clamo: "Dios mío, fortaleza mía... mi alto refugio."

Trabajos que he desempeñada en mi país. Muchas y muy variadas han sido mis tareas, y por información mencio­naré algunas de esas tareas: Directora del Internado de Señoritas en Guadalajara, en el Hospital México-America­no; en el Seminario Teológico Bautista Mexicano, en el Seminario Lacy, en la Convención, en la Federación y en la iglesia I oca I, además de algunos libros.

Doy gracias a Dios que me ha concedido dar 53 años de servicio a Él. Ciertamente mi cuerpo está agotado; pero el Señor continúa dándome oportunidad de servirle.

Que a Él sea la gloria y la honra, pues nosotros sólo somos instrumentos dóciles en las manos de El.

"El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuer­zas al que no tiene ningunas." [Isaías 40:29]