El poder del Espíritu Santo

"Y recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo" Hechos 1:8.

Hablar del poder del Espíritu Santo es igual que hablar del poder de Dios. Es el mismo poder.

Es el poder que dio vida a todo lo creado: "Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas" Génesis 1:2.

Jesús inició su ministerio obrando milagros y lo hizo en el poder del Espíritu: "Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama. . ." Lucas 4:14.

Fue ese mismo poder el que resucitó al Señor: "Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" Romanos 8:11.

— ¡Oh! —estarás exclamando—,   ¡qué poder maravilloso! ¡Y Jesús dijo que lo recibiríamos nosotros! Sí, eso es exactamente lo que dijo.

— ¿Pero para qué queremos tanto poder? —te preguntarás—. Es demasiado privilegio para una chiquilla como yo, que el Espíritu Santo venga a morar en mi propio corazón.

Si ya entregaste tu corazón a Jesús ya te fue dado ese poder. ¿Sabes cuándo? El día que aceptaste al Señor Jesús como tu Salvador personal. Lee en tu Biblia Efesios 1:13, 14 y piensa un poco en lo que allí dice.

 

CÓMO SE MANIFIESTA EN NOSOTROS EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

1. Es un poder que permite vivir una vida victoriosa.

 Sabemos que nuestra naturaleza es dada a pecar. Cuando sentimos tentación, el Espíritu de Dios nos reprende, nos hace oír su voz. Si le prestamos atención y recurrimos a Dios en ora­ción, él alejará la tentación y nos dará claro entendimiento de lo bueno y lo malo. Nos dará poder para vencer. Si no le hace­mos caso y caemos en pecado, el Espíritu Santo nos hace ver ese pecado en una forma que nos impulsa a arrepentimos y pedir perdón, restaurando así nuestra comunión con Dios.

En todo momento anhelaremos llevar una vida santa y el Espíritu Santo nos ayudará a lograr nuestro anhelo. Es un pro­ceso con sus altibajos de victorias y fracasos, pero con un cons­tante ascender victorioso.

2. Es un poder que hace la obra del Señor.

 El Espíritu de Cristo es quien toca los corazones de los que no creen para que se den cuenta de su condición de perdi­dos delante de Dios. Jesús dijo: "Cuando él venga, conven­cerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8). Quiere decir que los convence de lo condenable de sus peca­dos, les da entendimiento de lo que es la justicia verdadera, y les avisa del juicio inminente de Dios que vendrá sobre los que no se arrepienten.

El Espíritu de Dios les muestra la obra redentora de Cristo en la cruz e invita a los arrepentidos a aceptarle. Hace en nosotros toda esa obra, para que seamos salvos de nuestros pecados.

Si aún no le hemos aceptado, escuchemos su personal invitación: "El Espíritu dice: Ven... y el que tiene sed, ven­ga: y el que quiera tome del agua de vida gratuitamente" (Apocalipsis 22:17).

Está haciendo esta tarea en cada corazón: en nuestra patria, en el niño y en el joven y en el anciano. Por esa obra todos tienen oportunidad de ser salvos.

 

3. Es un poder que se vale de nosotros para hacer su obra.

Tú, yo, cada creyente, es un agente del Espíritu de gracia para dar a conocer la Biblia, el plan de salvación, al pecador. Por eso es tan importante conocerle a él, depender de él, hacer lo que él indica. Cuando hablemos del evangelio a una per­sona, o extendamos una invitación u ofrezcamos un folleto, hagámoslo consciente de la presencia y poder del Espíritu obrando en el corazón de quien deseamos reciba nuestro testi­monio.

La persona que actúa con ese poder posee una sabiduría irresistible. Esteban, el primer mártir cristiano, habló lleno del Espíritu Santo y la Biblia dice que sus enemigos no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que les hablaba. (Lee Hechos 6:10). Pablo, el apóstol, dice que él mismo hablaba "no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu" (1 Corintios 2:13).

Todo el libro de los Hechos es un exponente de ese poder. Toda la obra de la iglesia a través de los tiempos nos habla de ese poder.

Si tienes en la escuela un profesor o un compañero que duda de la existencia de Dios o pone en tela de juicio las enseñanzas de la Biblia, no vaciles en dar testimonio de tu fe. Confía en el Espíritu Santo. Te ayudará a testificar. Su sabi­duría es superior a la de los hombres más sabios. ¿Has tenido alguna experiencia ya, que demuestra que el Espíritu ayuda a testificar?

 

¿POR QUE NO SOMOS MAS PODEROSOS?

Dijimos que el Espíritu Santo es una persona, ¿lo recuerdas? Cuando el orgullo ocupa el lugar de la humildad, cuando otros pecados que consideramos "leves" como el descuido en la comunión con Dios, la indiferencia por las almas perdidas, la falta de amor a los hermanos, o la irreverencia en el templo, ocupan algún lugar de nuestro corazón, el Espíritu Santo ya ha sido limitado en su influencia y poder. Se pone triste. No actúa.

 

Sabiendo esto, si de corazón deseas servir al Señor, procura no hacer las cosas malas. Por el contrario, procura mantener tu ser tan limpio como el vaso del cual bebes agua. Él te llenará por completo y hará una obra hermosa a través de ti.