Nosotros recibimos muchos mandatos ya sea de nuestros padres, profesores, abuelos etc. estos implican acciones que debemos cumplir, órdenes que se nos han dado que debemos realizar. Esto es en nuestros hogares como niñas sumisas.

         Pero como cristianos, el Señor Jesús también nos dio mandatos que debemos cumplir. Encontramos los dos mas importantes en Mateo 22:35-40.

Un personaje muy importante

entre los fariseos, quién era intérprete de la ley, se acercó a Jesús para preguntarle con muy mala intención: “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” A lo cual Jesús respondió claramente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”.

Vamos a ver una breve  explicación de este mandato:

I. "Amarás al Señor tu Dios"

Jesús hizo notar que en el cristiano debe predominar el amor hacia Dios, aun sobre el amor hacia nuestros padres. Y Jesús lo hizo resaltar di­ciendo: "Amarás al Señor tu Dios...”

1.- “Con todo tu corazón"

Amar a Dios con todo el corazón es dejar que Dios guíe tus sentimien­tos. No da lugar a que pensemos que podemos amarle solamente con la mitad de nuestro corazón o con una cuarta parte y las otras tres las podría­mos distribuir en otras personas o cosas que consideremos muy importan­tes. ¡No! El Señor Jesucristo fue muy claro en decir "con todo tu corazón no con un pedacito.

 

         2. "Clon toda tu alma"

Es dejar que Dios guíe tu vida espiritual como niñas cristianas, de­bernos depender completamente de Dios a través de la oración y crecer a través del estudio de la Biblia. Nuestra vida debe reflejar esa dependencia v comunión con Dios en nuestra relación con los demás y el servicio en la iglesia. Un resultado de esta comunión debe verse en cada niña; brillando como lucecitas en medio de un mundo oscuro espiritualmente.

 

         3.- "Con toda tu mente"

Es dejar que Dios guíe tus pensamientos. La mente es la que dirige nuestros actos. Si nuestra mente está controlada por nosotros mismos, nuestros pensamientos y actitudes no serán muy provechosas, pero si deja­mos que Dios guíe nuestra mente, de seguro que nuestros pensamientos serán puros y nuestros hechos serán limpios.

         Jesús dijo, además, que había un segundo mandamiento semejante al primero:

II.- "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"

         Todos vivimos en medio de personas, en una sociedad. Es imposible para el hombre vivir solo: y para poder convivir con los demás, Jesús dijo algo muy esencial: hay que amar al prójimo. ¿Y quién es mi prójimo? Son todas las personas, sin ninguna excepción, sin distinción de raza, cultura, clase social, religión, etc. Dentro de la palabra "prójimo" están incluidas todas las personas con las cuales tengo que convivir, a las cuales conozco; y el Señor Jesús me manda que debo amarlas. Resulta algo difícil amar a to­das las personas, ¿verdad: Entre nosotras siempre hay favoritismo para al­gunas y rechazo para otras. Pero ese amor que debemos tener a nuestros semejantes sólo podremos sentirlo si dejamos que Dios controle toda nues­tra vida, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos. Solamente él pue­de hacernos sentir ese amor que nos hace ver las necesidades de nuestro prójimo y servirle sin fines egoístas.

         En estos dos mandamientos, dice Cristo, se basa toda la ley de un cris­tiano, Es decir, que si uno obedece estos dos mandamientos, cumplirá to­dos los demás mandatos de Cristo. Si una persona en verdad ama al Señor y a las demás personas, va a cumplir todos los mandamientos de Cristo. Las acciones que cumplimos por amor son muy fáciles de realizar.

         Es pues, nuestro deber cumplir estos dos grandes mandamientos que nos dio Jesús. Esto implica como lo hemos visto, que dejamos la totalidad de nuestras vidas en sus manos, que no dejamos que nada ocupe el lugar primordial que debe ocupar Cristo en nuestras vidas. Hay que darle el pri­mer lugar a él, antes que a nuestros estudios, nuestras aspiraciones, y si de­positamos todo nuestro ser en sus manos, él hará de nosotras mujeres útiles a la iglesia, a la sociedad y a su obra.

         Proverbios 3:6 dice así: "En todo lo que hagas, pon a Dios en primer lugar, y El te guiará, y coronará de éxito tus esfuerzos." (Versión LBAD)

         Demos pues a Dios toda la honra y el amor que él se merece y deje­mos que él infunda en nosotras el amor hacia los demás.